Y El Último llegó al final
Manolo García y Quimi Portet se reúnen 20 años después y dejan para la historia seis canciones de su banda más añorada
Madrid
Empecemos por lo primordial, que esto es un periódico. Manolo García y
Quimi Portet se reencontraron el viernes en un escenario, circunstancia
que no acontecía desde dos décadas atrás. Lo hicieron nominalmente para
revivir el catálogo de sus dos bandas primerizas, Los Rápidos y Los
Burros, pero acabaron concediendo seis temas de El Último de la Fila.
Fuera
de programa, sin previo aviso, con la excusa de esa “celebración” que
bien lo merecía. Decir que en La Riviera se registraron escenas de
euforia parecerá arquetípico, pero puede que resulte insuficiente. Hubo
brincos entre quienes aún tienen cuerpo para brincar y voces desbocadas
en forma de coreos y alaridos. Hubo también lágrimas entre los muchos
que ya no soñaban con volver a escuchar Insurrección o Querida
Milagrosen las manos y labios de sus artífices. Habrá sido una alianza
circunstancial, acotada a una nueva fecha en La Riviera hoy y a otras
dos inminentes en la barcelonesa Sala Razzmatazz. Pero una vez más queda
demostrado que casi nada es imposible. Salvo ver a Paul Weller al
frente de The Jam, en todo caso...
La
fiesta fue generosa: 29 canciones en 125 minutos. Y el arranque, casi
risible. Focos de luz blanca dispuestos en cuadrícula. Músicos
engalanados con horripilantes americanas de lentejuelas por hacer la
gracia. Un líder, el mismísimo García, anunciando con inglés
intencionadamente macarrónico: “Thirty four years, unbelievable!”. Era
19 de febrero de 2016 en una Riviera abarrotada y la fecha quedará para
los anales por su excepcionalidad, pero durante algunos minutos pareció
que el túnel del tiempo nos teletransportaba a la Joy Eslava en 1981. De
no ser por el enjambre de móviles y la ausencia irreparable de
Uribarri, nos habríamos imaginado en plena grabación de Aplauso.
El de Los Rápidos y Los Burros es un caso bien curioso: dos
bandas que generan sentimiento de nostalgia entre quienes, en realidad,
nunca tuvieron oportunidad de verlos. Los dos fueron proyectos hermanos y
relativamente fallidos, hasta el extremo de que Los Rápidos no
encontraron discográfica para su segundo álbum y aquellas canciones
repudiadas han debido esperar a 2015 para ver la luz. Pero la presencia
de García en las dos formaciones y de Portet al final de Los Rápidos y
durante la etapa asnal convierte ambas marcas en gérmenes de El Último
de la Fila. Una de las bandas —esta sí— más exitosa, admirada y añorada
de aquellos años efervescentes entre los 80 y 90.
“Manolín”, como quiso presentarse, defendió su repertorio
iniciático como “rápido y muy sincero”, pero a veces hay en Los Rápidos
más valor histórico que intrínseco. El comienzo fue irregular, con
piezas (La pájara) herederas de la nueva ola que seguramente hoy no
pasarían el corte. Pero Gladiadora, Ruta del sur (y su bajo a lo The
Police) y la extraordinaria Navajas de papel entonaron el ambiente, con
García ejerciendo la chulería barrial y Portet, discretísimo en el
extremo derecho de la escena, convirtiendo en perenne su sonrisa de tipo
guasón.
El cambio de batería simboliza el tránsito de Los Rápidos a
Los Burros, un grupo más sagaz, mordaz y transgresor, responsable de
títulos (Mi novia se llamaba Ramón, Hazme sufrir) que hoy serían objeto
de suspicacia. “¡Que se besen!”, gritaba la sala. “¡Iros a la mierda!”,
reconvino el cantante, reviviendo los tiempos en que aún no escribía
epítetos culteranos. Y así hasta Llanto de pasión, augurio mismo para el
delirio.
Y Aviones plateados. Y Sara. Al final llegó El Último. Y ya se saben las enseñanzas bíblicas al respecto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario