El escenario es el verdadero hábitat de un músico de raza, donde se desnuda ante su público. Y un día de concierto, es un día completo, perfecto, para Manolo García. Anoche volvió tres años después a Jaén, a La Alameda, y disfrutó e hizo disfrutar al numeroso público que le fue fiel en esta nueva cita.
Venía a presentar Los días intactos, su último disco, grabado en Los Ángeles con la colaboración de músicos como el guitarrista Waddy Watchel, los bajistas Leland Sklar y Bob Glaub y el batería Kenny Aronoff, pero dio mucho más.
Poco después de las diez de la noche, cuando ya se empezaba a enfriar Jaén después de una larga y bochornosa jornada, salió al escenario. Y empezó el espectáculo. Y volvió a subir la temperatura pero, esta vez, por el calor de un público, del que Manolo García, siempre dice que le hace sentir muy bien. De hecho, solo salir al escenario, La Alameda, llena como no se había visto desde hacía mucho tiempo, se levantó y se puso a sus pies. Él, por su parte, dio la bienvenida con Navaja de Papel, acompañado solo por un piano. Después, dio las buenas noches: “Estoy muy contento de que estéis aquí en esta noche de verano, calurosa”. Y, en un gesto de generosidad, ofreció agua para todo aquel que quisiera se acercara al escenario. Volvió a lo suyo que es contar historias como nadie y, acompañado ya por las guitarras y las cajas flamencas, cantó La sombra de una palmera, en la que derrochó voz y arte con las palmas.
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