El músico catalán estará, a partir de hoy, seis noches en el madrileño Palacio de Congresos del Campo de las Naciones
Día 13/04/2012 - 10.48h
Angel de antonio
Es
uno de los músicos españoles que más grandes recintos ha llenado a lo
largo de su carrera, tanto con El Último de la Fila como en solitario.
Sin embargo, para presentar su disco «Los días intactos» se ha decantado
por una gira de teatros, auque sigue convocando a multitudes por donde
pasa, con su peculiar y perenne estilo que mezcla pop, rock, acentos
andaluces, letras complejas... Actuará nada menos que seis días en el
Palacio de Congresos del Campo de las Naciones, de Madrid (días 13, 14, 19, 20, 26 y 27 de abril, con todas las entradas agotadas excepto para el 26). Luego irá a Barcelona, al Teatro Coliseum, los días 4, 5, 10 y 11 de mayo.
-Con tantos años de carrera encima, ¿te acuerdas de las sensaciones que te provocaron tu primer disco?
-El
primer disco que grabé no fue como cantante o compositor, sino como
batería, y haciendo algunos coros. Fue con Sergio Makaroff -en el disco
«Tengo un idea» (1980)-, que tenía una canción sonando en la radio que
se llamaba «Explorador Celeste».
Estaba muy bien, y montó una banda para grabar el resto del disco. Mío
mío es el siguiente, con un amigo uruguayo que estaba viviendo en
Barcelona. Montamos una banda que llamamos Los Rápidos, porque todo
sucedió muy deprisa. En un mes teníamos toda la banda formada, empezamos
a componer y resultó que había química, y enseguida surgieron canciones.
Llevamos a un ejecutivo de EMI a un pequeño concierto, le gustó lo que
hacíamos y nos firmó un contrato. ¡Cómo no nos íbamos a llamar Los
Rápidos! Eran tiempos de la nueva ola, de la Movida; hay canciones medio
punk, muy energéticas, algunos temas míos un poco ingenuos... pero
queda ese recuerdo de inocencia, de banda que empieza con toda la
ilusión, y un sonido y una producción muy dignos.
-¿Hay una sensación parecida cada vez que publicas un disco nuevo?
-Para
un músico, con la necesidad de comunicar y compartir una propuesta
artística, sería imposible hacer un disco sin ilusión. Al entrar en un
estudio de grabación, cantantes, músicos, arreglistas, productores...
hay una magia que late en el ambiente que es energía, ganas, y no
digamos si además hay buena onda, amistad, camaradería, compañerismo. Es
un proceso maravilloso, de la nada estás creando emociones, sueños...
Esta vez he trabajado con músicos americanos, y ha sido muy
aleccionador. He aprendido, he disfrutado, y algo les he enseñado yo a
ellos. No recuerdo haber grabado un álbum donde me haya aburrido o
desmotivado. Es imposible, la música tiene capacidad de inflamar.
-Tras una gira agotadora, ¿como vuelven a surgir las ganas de componer?
-Muy
sencillo, dejando de hacerlo. Siempre digo que la naveta de las
canciones es como un pozo donde hay corriente, tiras el cubo y vas
sacando. Si sacas demasiado, al final solo hay barro. A lo mejor estoy
ocho, diez meses, un año, tocando, componiendo, tonteando... Para mí lo
más importante es jugar, grabando maquetas, guitarras, teclados,
escribiendo textos... Con cierta disciplina, pero sin agobiarme. Y al
cabo de una año ya sé que tengo unas canciones y que no van a salir más.
-Como montar en bicicleta...
-No
soy instrumentista, no tengo que practicar para mantener un
virtuosismo. Puedo pasar temporadas largas olvidándome de que soy
músico. Lo que sí he de entrenar es la vida, no los acordes. Hacer
música pop se hace con cuatro acordes, cuatro trucos de magia, muy
lindos, muy entrañables, pero muy sencillos. Pero no puedes adormecerte o
dejarte llevar por la laxitud de una postura de acomodamiento, de
aburrimiento. Tienes que estar despierto en la vida, si quieres tener
nuevas canciones.
-¿Por las letras?
-Sobre
todo, exacto. En mi caso tengo mucho interés en escribir correctamente y
tener un discurso con una coherencia mía, personal, con una
singularidad. Eso es una búsqueda y una tarea que me tomo muy
seriamente. Para mí una canción no es cualquier cosa, tiro mucho papel a
la papelera. Intento hacer lo que a mí me gusta oír, canciones que me
hagan viajar, que me ayuden a soñar, a moverme, que me den alegría o
tristeza o que me traigan recuerdos, pero que no me dejen indiferente.
El pop lúdico lo respeto, cumple una función magnífica, pero no es mi
caso. Me gustan autores que me aportan no solo por la música, sino por
el añadido magistral del texto. Es el caso de los grandes, como Dylan o
Cohen. Yo, modestamente, hago ese intento de lirismo.
-Incluso a finales del pasado años publicaste un libro, «El fruto de la rama más alta».
-Es
un libro sencillo, un trabajo gráfico. Mis cuadros compartiendo el
espacio con textos, recortes que no me convencían para ser cantados,
pero que sí aguantaban con dignidad. Son pensamientos, mi pequeña
filosofía de bolsillo, mi pequeño cuaderno de bitácora personal. Los
apuntes de campo de un escéptico.
-Ahora haces una gira de teatros. ¿Los tiempos nos llaman a ser más austeros?
-Obviamente.
Yo he disfrutado tocando en grandes espacios, con esos gentíos, esas
masas de gente contenta, pero los tiempos han cambiado. También la
oferta se ha diversificado, han entrado muchos elementos en juego, como
la tecnología, internet... Eso, unido al tema de la crisis económica, a
las carencias, a los problemas de la gente, el alto índice de paro, pues
claro que condicionan, y sería de tontos eludir esa situación concreta,
hacer como el avestruz, meter la cabeza. No soy una persona vanidosa,
más bien te diría muy poco vanidosa. No necesito ese aplauso
multitudinario. Si viene, es bienvenido, lógicamente soy humano, pero si
no viene, o no es posible captarlo, tampoco me duelen prendas asumirlo y
no lloro, no tengo ningún problema. Para mí tocar en teatros es
magnífico,el sonido es mucho mejor, está la cercanía del público, la
calidez, y el cansancio físico y psíquico es mucho menor. Yo no pinto o
hago canciones pensando en el dinero. Es mi vida, es mi trabajo, y tengo
la satisfacción de saber que hay gente que se gana la vida junto a mí,
al hilo de mis canciones y de mi música. Es una alegría tener a veinte
mil personas cantando mis canciones, lo he hecho, pero son otros
tiempos, estoy contento en la manera que puedo seguir trabajando con
cincuenta familiar y avanzando. Claro que seis noches en Madrid pueden
equivaler a llenar Las Ventas, pero no quiero. Prefiero hacer seis
noches en un teatro. Ahora mismo tengo esa necesidad de austeridad, como
la tiene todo el mundo.
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